viernes, 29 de enero de 2010

Cumplimos 3 años

Aunque soy un poco (mucho) colgado y se me pasó la fecha específica, hay que tener en cuenta que hace 2 días, Un Lugar en la Tierra cumplió 3 años online.
No se si hay mucho para reflexionar acerca de las notas, los comentarios, el número de visitas, etc... sin embargo siempre da para agradecer, por eso quiero hacer mención al echo de que todo lo que escribo es para ustedes, mis fieles (¿habrá alguno?) lectores. Mis pensamientos, más que extraños y ridículos algunos, son la esencia de lo que estoy hecho.
Posiblemente se pueda notar el paso del tiempo en los diferentes temas que trato en cada una de las notas, invariablemente con el tiempo también vienen las desgracias y las alegrías. Cada una de las estupideces en que divago y finalmente plasmo en estas letras me reflejan y también a mi estado de ánimo.
Lamentablemente alguna de las notas fueron mal interpretadas, otras aburrieron y otras ni siquiera se entendieron. Sin embargo creo que siempre valió la pena.
Para los que están, para los que siguen, para los que alguna vez estuvieron: Gracias.

Y ahora, luego de esta melancólicamente estúpida introducción, les aclaro lo siguiente:
Voy a seguir fastidiándolos a todos con mis carambólicas estupideces. Y si quieren dejar algo por escrito, aprovechen el espacio, que es para todos!

domingo, 24 de enero de 2010

Sobre la Historia que alguna vez escribí

En este punto tengo que hacer un parate.
Lamentablemente no tengo ninguna tercera parte y no me creo capaz de poder escribirla. La explicación es simple: no la escribí en su debido momento y ya no consigo la misma inspiración.
La historia posiblemente estaba referida a una persona que alguna vez se cruzó en mi camino, tal vez era como la flor, la hermosa rosa blanca.
Cuando la inspiración vuela, ya sea por amor, ya sea por tristeza, cualquier espontaneidad que tengamos, es maravillosa y única. Lamentablemente, cuando buscamos inspiración en el lugar equivocado y forzamos lo que no es, el resultado es confuso; desastroso diría yo. Es como exigirle a un pintor una obra de arte un día cualquiera. Es como pedirle a Miguel Angel un David todas las semanas.
La meta es más que dura y el camino equivocado.
Por lo que en este momento no me encuentro dispuesto a escribir lo que no siento y la búsqueda dentro mio no ayuda al resultado.
La hermosa historia que alguna vez escribí se vio truncada, como todas las historias en la vida. Como la vida misma en el día de nuestro deceso.

miércoles, 13 de enero de 2010

La historia que alguna vez escribí. Parte 2

Resulta que los días transcurrían y de a poco la belleza terrenal se fue convirtiendo en una mágica figura femenina, reina sin castillo, princesa sin príncipe, sol sin noche, cielo sin nubes. Y la increíble figura femenina de a poco fue cautivando a los curiosos ojos que se animaban a mirarla y podían sostener su mirada por más de un segundo.

Los ojos, ¡Ay! Los ojos. Una fusión entre el cielo y la tierra. El hermoso rocío de la mañana y el infinito espacio estelar se alcanzaban a distinguir como un retrato del mejor pintor en el fondo de tan perfectas esferas. Quien pudiera algún día ser dueño de tan magistral creación…

La boca, ese imperceptible hilo rojizo que conquistaba al más duro de los mortales. Apenas una mueca bastaba para derretir el hielo de una montaña, apenas una sonrisa lograba contagiar la alegría de los pájaros en el cielo y la de los peces en el agua.

El mundo era de ella, el mundo se rendía ante semejante creación, aunque solo unos pocos lo pudieran advertir. Y así como iba tomando forma de mujer, el tiempo se iba deteniendo, para que la eterna belleza perdurara por y para siempre.

Los rayos del sol tenían miedo de tocarla, el candor de la luna, de noche, la acariciaba distraídamente cuando ella parpadeaba. Y el universo entero se orientaba para que la magia que ella creaba y lograba en todos, fuera eterna y perpetua. Eterna como los hielos al sur, perpetua como las montañas, misteriosa como los desiertos, hermosa como el beso de un enamorado…

La historia que alguna vez escribí. Parte 1

Cuenta la leyenda que el 4 de ....de 19.., un pimpollo de rosa nació. Algunos dicen que era una noche muy fría, otros aseguran que la noche no era fría, sino que el calor que necesitó ese pimpollo para brotar fue tan intenso que el vapor que salía de las bocas de los transeúntes creaba un rocío que parecía el suspiro de mil ángeles.

Resulta que pocos pudieron notarlo, pero ese pimpollo no se parecía en nada a las demás rosas blancas que embelesaban la majestuosa planta. No, era un pimpollo diferente. El olor que emanaba era tan dulce que podría haber confundido a la abeja más decidida. El brillo incandescente, continuo de noche y de día, simulaba un sol naciente, de la tierra, de donde brotan todas las cosas del universo.

Pero esa rosa no pertenecía a la nobleza; gente principada que se siente dueña de todo. No. Aunque un castillo para ella sola le habría quedado chico. Esa rosa era del pueblo, de todos los seres que pudieran apreciarla, de todos los espíritus perdidos que necesitaran una guía. Sin embargo, esa rosa tampoco podía ser del pueblo, ella misma no podría tener dueño. El brillo intenso, el olor empalagante, el candor perpetuo, simplemente eran mucho para una sola persona o para el mundo mismo. La magia del universo nunca puede, ni debe, tener dueño. Al igual que los suspiros no tienen dueño y las lágrimas perdidas tampoco.

A medida que pasaba el tiempo, más y más se diferenciaba de las demás hermosas rosas blancas. Los más observadores aseguraban que tomaba la forma de un ser humano, con su gracia y sus gestos tan particulares. Otros aseguraban que era la forma de Dios en la tierra... Aunque nadie, ni por más cautivado que se encontrara por semejante belleza se animó a cortarla y hacerse dueño.

domingo, 3 de enero de 2010

Fantasmas por todos lados

La sensación de miedo muchas veces proviene de nuestra incapacidad de poder controlar la situación.
Cuando uno habla de entes sobrenaturales, de apariciones extrañas, de sucesos extraordinarios, de fantasmas, siente la misma incertidumbre, el miedo absurdo a lo desconocido.
Pero hay algo seguro, hay fantasmas por todos lados. Y no solo de esos que llevan capas blancas y asustan a los chicos. Hay fantasmas que viven entre nosotros y nos atormentan con sus apariciones, previstas a veces, pero muy dañinas.
Muchas veces no queremos verlos más, sin embargo casi siempre los necesitamos. Somos como el lobo de las nieves, que chupa el cuchillo con sangre que deja el cazador, sin saber que luego de un ratito, la sangre que está lamiendo es la misma que desprende su lengua lastimada, pero el hambre es tan insoportable que el lobo hace caso omiso al dolor y sigue comiendo y, luego de un par de horas de torturas, muere finalmente desangrado.
No nos diferenciamos en nada al lobo, eso somos. El lobo sufre por el fantasma del hambre, nosotros por el de los recuerdos. Por los mismos recuerdos vivos.
Hay fantasmas por todos lados, tratemos de no convertirnos en uno. Mejor ser un espíritu.