miércoles, 29 de febrero de 2012

Dos antenas de receptores

Y puse los brazos al costado de la cabeza, con los codos opuestos a las orejas. Me recordé a las hormigas, las de los dibujitos, las otras no me gustan. Mis dos antenas nuevas, similares a las de los insectos, me abrieron un mundo nuevo, casi desconocido. Tan pronto comencé a moverlas en direcciones aleatorias, percibí un sin fin de sensaciones, de colores, de sabores, de pulsos y vibraciones que me eran completamente ajenos. Entonces me agaché un poquito y luego un poquito más. Me agaché y encogí tanto como pude... 
Con la vista al suelo, pude observar otras criaturas que creía ausentes, eran más hormigas como yo, de las que no me gustan. Abrí la boca e hice un sonido, creo que me entendieron (o al menos me escucharon) porque se alborotaron un poco. Luego me puse más cerca para observarlas detenidamente e intenté gritar. Ahora seguro me entendieron. A tal punto que creo que una de ellas habló. Entonces me esforcé por hacerme más chiquito aún y captar lo que dijo. Hice todo lo que pude, hasta que me puse a la par. Me costó trabajo hacerme entender, pero al fin comprendieron, se miraron, aceptaron con resignación, y me llevaron frente a la reina. Con la madre suprema dialogamos sobre la fascinación que las hormigas me causan y sobre el asco que me producen a la vista. Luego de un rato (creo que la reina se estaba aburriendo) vino una hormiga grandota, de esas que tienen mandíbulas poderosas y me ordenó seguir con el trabajo. Aunque intenté explicarle mi situación, poco caso me hizo y su orden fue implacable: En menos de un minuto estaba cargando hojas y palitos al igual que las demás hormigas. Después de un rato, no sin aplomo, me di cuenta de que tenía mis manos a los lados de la cabeza, simulando ser antenas, igual que lo haría un humano, con los codos opuestos a las orejas. Me sentí muy ridículo (las demás hormigas me miraban), bajé los brazos y continué con las hojas y palitos. Casi casi despertando de mi sueño...