domingo, 2 de mayo de 2010

La oportunidad perdida

El miedo a lo nuevo no es de estos días, siempre existió.
Es posible que hoy sea menos, no creo. Hoy tenemos más oportunidades, no solo una, a veces se repiten, se copian y pegan, una y otra vez y siempre con diferentes caras.
Que terrible es el miedo a lo nuevo y sin embargo, por naturaleza, no siempre nos atrevemos a experimentar. ¿Ejemplos? ¡Hay muchos! No probamos una nueva comida, solo porque no nos gusta el color, no nos atrevemos a hablar con la persona que nos gusta porque le tenemos miedo al rechazo (preferimos guardar la esperanza intacta a averiguar si existe una posibilidad), no nos largamos solos porque la noche parece muy oscura.
¿Cuántas veces nos quisimos bajar del colectivo por una persona? ¿Cuántas veces nos ahorramos las palabras cuando realmente debimos haberlas dicho?¿Cuántas veces dejamos algo por sentado, sabiendo que era imprescindible decirlo? Que tristeza. Que pena ser humano, con prejuicios, con miedos, con la derrota en la frente antes de la batalla.
¿Hasta cuando?
El miedo es inherente al ser, al igual que el instinto nos prohíbe ser amigos de arañas y víboras, sentirnos bien cuando estamos solos de noche, o no transpirar cuando rendimos un examen.
Poco sentido tiene, pero es inevitable.

"Ves a una muchacha que tiene todo en los lugares apropiados, y te decís: es ella. Pero no estirás el brazo, y en ese segundo en el que dejás de ser vos mismo, la muchacha da vuelta a la esquina y se te pierde. Ahora ya es tarde: esos hablan por vos, y ella es un sueño que morirá con vos."

La oportunidad perdida.

Un lugar en la web

¡Hola lugareños!
Lamento la ausencia eterna. Aunque solo pasaron un par de días (casi como 30) la verdad es que no subí nada porque no tengo en la mente ningún tema para escribir.
A veces siento que escribimos cuando las palabras, las situaciones, las personas que nos rodean, los encuentros, las salidas, los que amamos, las charlas con los que amamos, no son suficientes para expresar lo que queremos decir. Cuando nunca nos sentimos completos.
¡Maldita la sensación de vacío!
Sin embargo, cuando la vida presenta una planicie, nos permite darnos el lujo de vivir (sentirnos, creernos) felices, y el cotidiano, el día a día, nos deja satisfechos, nos permitimos no expresarnos de forma escrita: No escribimos una palabra. Lamentablemente me siento en una planicie.
Mis palabras vaciás, dudo que expresen algo.
Por eso, de nuevo, invito a cualquiera que tenga ganas, necesidad, o solo le guste escribir, que me envíe alguna nota que tenga y la publicamos. Como siempre, sigue siendo un espacio abierto para quien quiera. Invitados están.
Mi persona va a intentar desarrollar algo, expresar algo, forzado, pero solo escribiendo surge la inspiración. No son palabras mías, son de alguien más.