lunes, 5 de diciembre de 2011

1/2 + 1/2 = 2/3

La memoria es como un cubo, tiene sus lados, todos iguales, pero cada uno nos muestra una realidad diferente, depende de donde se lo mire.
Ahora, si pensamos que la memoria es como un reflejo del pasado, y este es único como cada persona, entonces cada vez que la exploramos deberíamos ver la imagen de un espejo, única e irrepetible.
Lo raro de esto es que cada uno ve lo que quiere ver. Queremos guardar el recuerdo de un lindo momento y nos olvidamos por completo de todos los detalles molestos que nos llevaron a tal momento. Y bueno, uno puede protestar diciendo que no siempre es así, claro, es cierto, pero las fortuitas casualidades sobre las cuales los eventos sincronizados inocentemente presentan resultados favorables en un caso particular, suele resultar poco probable (a mi también me gusta protestar). De todas formas, la memoria nos brinda la capacidad de discernir y olvidar aquello para conservar esto.
Es por ello que no suma nunca la unidad, aunque intentemos, siempre se nos escapa por lo menos un tercio de la realidad. Esa que no queremos recordar, que se pierde en el paso del tiempo, aplanadora continua y sin freno.  
Siempre estamos a un tercio, ya lo dijo Calamaro, a un tercio de los sueños.

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