lunes, 26 de diciembre de 2011

¡Deje de actuar!

Primero consiga una compañía aceptable, búsquela en los diarios o utilice internet. Empiece por completar los formularios y asistiendo a clases. Repase todos los movimientos, haga gestos, utilice vocablos, gesticule palabras difíciles de pronunciar. Menee su cuerpo, levante los brazos y grite como si estuviera solo. Sospeche, piense, insista y desista. Imagine objetos y cree situaciones imposibles. Levante una ceja, luego otra y al final pruebe con levitar. Busque ropa de colores, vístase de payaso e intente ser gracioso. Cuente hasta diez, luego hasta cien y si desea, hasta mil. No crea en lo que le dicen y llore como niño cuando lo elogien. Crease un artista y ríase como bufón. Acepte lo que no quiere aceptar y sonría cuando no debe. Regrese a su hogar, descanse un poco y finalmente utilice, en la vida real, todo lo que aprendió, pero a la inversa (((deje de actuar))). Y por favor, ¡sea auténtico! 

jueves, 22 de diciembre de 2011

Volantes y panfletos

Cada vez que nos llega a la mano algo (que contiene letras) nos dignamos simplemente a leerlo. Tal vez trae consigo un sueño, tal vez una propuesta, tal vez solo una oferta. Los párrafos voladores no son nuevos, viajaban con las palomas en los tiempos en que los príncipes luchaban y las princesas, impacientes, esperaban en lo alto de las torres de infinitos ladrillos y espejos. Volaban con los pájaros, pero lo más importante, es que volaban cómo los pájaros. Los textos, que siempre cuentan algo, son los sueños, los suspiros impresos. 
Algunos destinatarios reciben, con impaciencia demostrada, los renglones cubiertos de lágrimas, como un mensaje último, como un secreto gritado a voces.
Y sin embargo no ha cambiado mucho, somos quienes somos, hay quien dice que la gente (que somos todos) no cambia.Y como cada uno libera un sueño (por lo menos), muchos sueños se van, vuelan, cual mariposas de madera. Y al fin, los pensamientos como mariposas, entonces dejémoslos volar...

lunes, 19 de diciembre de 2011

¡Pamplinas!

Sinónimo de remilgo, los locos no se dan cuenta, pero nadie presenta, ni en la más austera necesidad, la petición que solo los verdaderos caballeros (no los de la mesa redonda) se animaron a hacer, una nota que diga, simplemente: Te quiero.
Son dos palabras, que suenan como un poema, como el agua cuando cae por la mañana, como el rocío de una noche de invierno. Y si al lector no le suena así, puede ser por una razón (que me la reservo) acaso le suena como el ruido de una cebolla recién cortada, como la explosión de una mina profunda, como el suspiro disimulado con un bostezo.
Quizás no sea una pavada, usted se dará cuenta, apenas cierra los ojos y pone la mente en blanco, nota la ausencia del todo y la presencia del vacío... (no se preocupe, hay mucha gente en la tierra)
Resulta que un Te quiero, apareció una vez escrito, donde nadie quiso leerlo. Tal vez no existía destinatario, tal vez una muñeca quiso escribir, con un rápido reflejo, un Te odio.
Al fin y al cabo, no importa, está escrito para quien quiera leerlo, porque es el sueño de las enamoradas, la nostalgia de las viudas y el deseo de las solitarias. Ojo, nadie espera nada, pero algunos, todavía dan.


lunes, 5 de diciembre de 2011

1/2 + 1/2 = 2/3

La memoria es como un cubo, tiene sus lados, todos iguales, pero cada uno nos muestra una realidad diferente, depende de donde se lo mire.
Ahora, si pensamos que la memoria es como un reflejo del pasado, y este es único como cada persona, entonces cada vez que la exploramos deberíamos ver la imagen de un espejo, única e irrepetible.
Lo raro de esto es que cada uno ve lo que quiere ver. Queremos guardar el recuerdo de un lindo momento y nos olvidamos por completo de todos los detalles molestos que nos llevaron a tal momento. Y bueno, uno puede protestar diciendo que no siempre es así, claro, es cierto, pero las fortuitas casualidades sobre las cuales los eventos sincronizados inocentemente presentan resultados favorables en un caso particular, suele resultar poco probable (a mi también me gusta protestar). De todas formas, la memoria nos brinda la capacidad de discernir y olvidar aquello para conservar esto.
Es por ello que no suma nunca la unidad, aunque intentemos, siempre se nos escapa por lo menos un tercio de la realidad. Esa que no queremos recordar, que se pierde en el paso del tiempo, aplanadora continua y sin freno.  
Siempre estamos a un tercio, ya lo dijo Calamaro, a un tercio de los sueños.

sábado, 3 de diciembre de 2011

El cabeza de foco

Casi todos los cuentos comienzan con: Había una vez... Bueno, ¡este también!

Había una vez un hombre que nació con una curiosidad en la parte superior de su cuerpo (no me atrevo a decir un defecto, ya que no lo considero así). Resulta que si uno lo analizaba comenzando por los pies, parecía que no había ninguna diferencia con un mortal común, pero si empezábamos por arriba cualquiera diría que estábamos viendo un velador. Si, si, así es. En vez de cabeza, ¡tenía un foco!
Está bien... podemos entender que salvo por las muchas veces elocuentes cargadas de sus compañeros de escuela, esta persona podría haber tenido una vida común y corriente. ¡El problema es que no era así! Y paso a contarles porque: La lámpara que sustituía su cabeza era de vidrio, por lo que tenía que tener mucho cuidado a la hora de los juegos, tanto en el recreo como en los campeonatos que tanto le gustaban. De hecho, una vez se cayó y se fisuró el mate (¿se entiende no?) y casi se le corta el filamento, por suerte en ese momento tenía la lámpara apagada...
Y cuento esto porque la otra principal complicación era la siguiente: Cuando se le ocurría una idea, el filamento brillaba y se encendía. A veces con tal intensidad que simulaba una lámpara de 100 watts. ¡Es verdad!

De hecho la trascendencia de esta persona la conocemos todos. Claro, claro, muchos no oyeron hablar de él, pero quien no dijo alguna vez: "Bueno, por fin se le encendió la lamparita".

Veinte monos bailando

Resulta que si uno observa a los monos, rada vez están haciendo cosas inteligentes. Es más, muchas veces se la pasan haciendo monerías y entre ellas, movimientos extraños que nos recuerdan a los excéntricos rockeros de años pasados.
Sin embargo, los monos nos enseñan mucho. Se mueven para arriba, para abajo, saltan y sacuden los hombros de forma graciosa. Cabe recordar, que muchas veces nos comportamos como monos, como los simpáticos simios que una vez fuimos y que sin duda seremos en un futuro no muy lejano.
Los monos se mueven y menean los hombros, al igual que los que bailamos. Esta noche tuve la suerte de ver a 20 graciosos monos danzando, no se, en realidad estoy confundido ahora, tal vez no eran monos.